miércoles, 4 de mayo de 2016

Ad infinitum

Hace unos años me convertí en una acumuladora de locuciones latinas de forma casi religiosa (y bueno, que para el registro quede que he sido acumuladora toda la vida). Una de mis preferidas es «nihil sanctum est» (traducida queda como nada es sagrado) y usualmente sirve para reconocer la nula inmunidad ante la naturaleza. También la asocio con los iconoclastas, incluso los accidentales jajajaja.

Otra de ellas es «Sic transit gloria mundi» (así pasa la gloria del mundo) donde de nuevo, nada es para siempre, ni siquiera la gloria de las batallas o la brillantez de la humanidad.

Pero por sobre todas las cosas, mi frase favorita de todos los tiempos, ni siquiera en latín sino en alemán, es «La dosis hace el veneno» de Paracelso, que tratando de explicar la naturaleza de la toxicidad nos termina brindando una verdad universal: la dosis es la clave. El veneno de la serpiente, en una cantidad estratégica pasa a convertirse en el antídoto, de la misma manera que el agua, el líquido vital, en exceso logra ahogar las células y ocasionar la muerte.

Si lo piensas bien, es aplicable a todo ámbito imaginable. Algún simplón lo tradujo a «evita el exceso» o «todo con medida» pero la verdad a fin de cuentas es que la diferencia entre veneno y antídoto está simplemente en la cantidad. ¿Ves cómo nada es sagrado?



Y que lo tengo presente, a mí en estos momentos me está envenenando la tecnología móvil. Pasa que ayer tuve el insight: el iPhone con el NY Times en la derecha, el iPod con Twitter en la izquierda, al frente la laptop con una playlist reproduciéndose en 8tracks. Si alguien me arroba, si alguien me cita, si alguien me comenta me entero al instante, y la réplica la termino enviando en menos de un minuto. Estoy segura que es casi cuestión de un par de años para que nos enteremos que el WiFi nos sacará hijos deformes.

A pesar de todo, sigo en la banca de defensa de la tecnología: no me da miedo la pantalla (aunque a veces pienso que debería), pero lo admito: me está convirtiendo en una gandula insoportable. Bill Gates dijo una vez que escoge de entre sus empleados al más flojo como líder de proyecto, pues este va a encontrar la forma más fácil y sencilla de realizar una tarea en menos tiempo. Que sirva yo de ejemplo: uso la aplicación de voz para ciegos y con eso escucho los libros en lugar de leerlos. En mi defensa puedo decir que por cuestiones de logística paso 3 horas diarias en autobuses y leer en movimiento me hace dar vueltas la cabeza. Punto para Gates! 

O tal vez es sólo un mal de la cultura, tal vez es el virus contemporáneo. Louis C. K, cómico neoyorquino y mi gurú personal de estilo de vida (imagínense) habla de ello en un chiste: me quejo del WiFi lento en el avión y le grito a la aeromoza, parece que se me olvida  la maravilla que significa ESTAR VOLANDO POR EL CIELO SENTADO SOBRE TONELADAS DE METAL.

Y no sé, cuando era chica estaba bronceada por jugar béisbol en la cuadra, pero también tenía mis días de leer toda la Encarta en el PC por puro gusto. Como cuando Ed Bloom de Big Fish termina postrado en cama por crecer excesivamente y  leyendo la enciclopedia llega a la G de goldfish, y aprende que esos peces crecen según tan grande tengan la pecera y que tal vez ese pueblucho no era lugar para alguien de su tamaño. A mí la Encarta tal vez me dio una que otra lección de vida por ahí, pero por lo pronto recuerdo los artículos...

A: la letra
AA: la organización non profit 
A. A.: la aerolínea 
A. A. Milne: el creador de Winnie the Pooh (...)

O bueno, tal vez me haga falta volver al equilibrio de la infancia, tal vez la tecnología no tenga por qué ser veneno, o tal vez me encuentro en una espiral de deterioro interminable, ad infinitum ˌæd ˌɪnfɪˈnaɪtəm | [lat.]: igual y de la misma forma, para siempre y por siempre.


     
    Enviado a las 19:48 desde iPhone 4S

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