miércoles, 11 de mayo de 2016

The purpose of LIFE

No hay mejor ejercicio de la democracia en una sociedad capitalista que el de administrar el control remoto en una familia de 3 hijos. O al menos la mía. 3 hijos con diferencias de edad marcadas lo suficiente para identificar lo individual de cada uno, pero no tanta como para hacerlo insoportable. 

Una vez leí que en el orden del nacimiento de los hijos hay marcadas características identificables: generalmente hay en el mayor más sensatez y sentido de responsabilidad; en el menor hay una constante necesidad de estrellato y dicho sea de paso, más inmunidad a la regla parental. A los del medio, y como bien me consta, se nos brinda libre albedrío y libertad creativa. Mucho resentido por ahí dice que somos los olvidados, pero que la verdad sea dicha: ¿no es eso una fortuna?


En mi casa, que mi hermano mayor (por 4 años) tuviera el control significaba aprender cómo se construían las tuercas, las bicicletas, los puentes, los edificios, los imperios. Tengo más recuerdos de documentales de la Segunda Guerra Mundial que metas en la vida. Cuando mi hermano menor (por 2 años) tenía el control veíamos las caricaturas de costumbre, que también tienen su encanto. Casi puedo asegurar por escrito que haber visto su dosis diaria de Power Rangers es la razón por la que a diferencia de Agus y yo, él sí tiene más de cinco amigos.

Cuando a mí me tocaba el control, veíamos cosas tipo «La selva Yanomami: Venezuela salvaje» o también «Las festividades de verano en Okinawa». La gente que me es ajena (toda) siempre me ha maravillado, yo soy esa anormal que ve las ceremonias de apertura de los Juegos Olímpicos y no se pierde ni el desfile de banderas. 



Creo que es el combo completo de idioma, etnia y nacionalidad lo que conforma mi trifuerza de gente súper interesante. Desde que tengo memoria, ir a sitios turísticos es ir a ver a los turistas más que a la atracción. Como es de esperarse, geografía y lengua extranjera eran mis materias preferidas en el colegio. Paso de 0 a 100 en chinga to be honest.

A lo que voy es que, hace poco, volví a ver The Secret Life of Walter Mitty, una película de Ben Stiller sorpresivamente buena. Recuerdo los meses previos a su estreno, el trailer me intrigó muchísimo porque me dio un déjà vu muy elegante: en el quinto grado nos dieron la oportunidad de crear un cuento que formaría parte de un libro compilatorio escrito  por niños de la ciudad.  Mi cuento fue totalmente genérico, con magos y dragones incluidos en el paquete, una vía demasiado fácil y segura, de verdad. Pero de todo el libro, había un cuento que me encantaba por su sencillez, originalidad y encanto: el de mi compañera Flor.

La premisa: un club de animales en la ciudad de juntaban cada cuanto para ponerse al día con sus vidas: el gato viviendo en el techo de una escuela, el ave sobrevolando los parques (...) pero era el gusano quien siempre llegaba con las mejores anécdotas, de aquella vez que visitó la pirámides en Egipto, o a los esquimales de Alaska.  Obviamente nadie le creía por lo que el gusano dejó de frecuentarlos. Un día llenos de culpa fueron a visitarlo a su casa, que resultó ser una pila de revistas National Geographic en alguna sala de espera. No falta más que ver el trailer de Walter Mitty para comprender mi war flashback.



Esta película yo la siento casi taylor-made a mi gusto, ojalá se la pudiera mostrar a mi yo del pasado. Walter Mitty trabaja para la revista LIFE en Nueva York y tras una crisis laboral tiene que viajar a Groenlandia, Islandia, Afghanistán y Nepal. 

Si el lector está familiarizado con mi antepenúltima entrada sabrá por qué esto significa un mundo para mí. Otro personaje importante en esta película es un célebre fotógrafo para LIFE que viaja al rededor del mundo: el que por mucho tiempo fuera el trabajo de mis sueños (justo después de pianista y embajadora)

Siendo 100% honesta no sé qué diablos le pasó a ese sueño cosmopolita, pero aquí está uno haciendo lo que puede, ciudad por ciudad y un idioma a la vez. Flor, la autora, me acompañaba en mi pasión terrestre y ella soñaba con ser geóloga. Me es un placer informarles que me la topé hace unos días mientras pasaba por la facultad de Ciencias de la Tierra y el Espacio cargando un instrumento topográfico. A veces sí hay justicia en este mundo.



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